En el marco de un espacio consagrado a la memoria y a la construcción de paz, la voz de una egresada de nuestra Institución resuena con fuerza y convicción. Andrea Mora Manrique, graduada de la Licenciatura en Artes Escénicas de la Universidad Pedagógica Nacional, es hoy la directora del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá, un cargo que asume con la pasión de quien encontró en la educación y el arte un camino para sanar y transformar.
Su recorrido comenzó en las aulas de la UPN, donde la licenciatura en Artes Escénicas le reveló un universo gigante de posibilidades. «Me di cuenta que eso es muy lindo finalmente de la pedagogía: son los múltiples lugares en los que uno puede enseñar, aprender y hacer muchas cosas que tienen que ver con el campo de la educación», recuerda Andrea.
Su trabajo de grado, enfocado en prácticas de memoria con el cuerpo de mujeres en Montes de María, fue el primer indicio de un compromiso que marcaría su vida profesional y personal, y que tiene un origen íntimo: ser hija de padres provenientes de Armero, un lugar del que no quedaron recuerdos físicos, lo que despertó en ella una inquietud profunda por lo que la memoria representa.
Tras culminar sus estudios en la UPN, Andrea exploró la docencia en colegios, descubriendo que su verdadera vocación estaba con los niños más pequeños, una pasión que conecta con los recuerdos de su hogar, donde su madre cuidaba a muchos pequeños. Este camino la llevó a trabajar en un jardín infantil y luego a abordar uno de los temas más sensibles de la ciudad: el trabajo infantil, desde la Secretaría de Integración Social. Fue en ese contexto donde inició sus primeros ejercicios de memoria con niños y niñas, incluyendo a la población migrante.
El vínculo con el Centro de Memoria llegó durante la pandemia, de la mano de Miguel Franco, quien lidera el Centro de Educación para la Paz, la Memoria y los Derechos Humanos de la UPN, quien la invitó a sumarse al equipo de pedagogía. Durante tres años, Andrea coordinó y dio vida a «Camino a Casa», el primer espacio de memoria en el mundo diseñado específicamente para niños y niñas, donde desarrolló una línea pedagógica innovadora para trabajar la memoria con la primera infancia.
Tras el fallecimiento de su antecesora y amiga, Ana María Cuesta León, Andrea asumió progresivamente mayores responsabilidades hasta ser nombrada directora de este Centro. Asumío este liderazgo con la firme convicción de que el Centro opera en tres planos esenciales: el político, donde la memoria es un relato en disputa que debe aportar a la verdad y la no repetición; el espiritual, que honra a quienes ya no están (el Centro se erige sobre un antiguo cementerio); y el simbólico, que activa ejercicios de memoria en la ciudadanía.
Bajo su dirección, el Centro impulsa proyectos transformadores:
· «Ausentes estrellas presentes»: una poderosa acción pública el 4 de noviembre en el Planetario, construida con más de 12 organizaciones de víctimas de desaparición forzada. Utiliza la ciencia para nombrar estrellas y asterismos con los nombres de los desaparecidos, creando un puente simbólico entre el cielo y la memoria.
· Nueva exposición permanente: para el 6 de diciembre, se lanzará una muestra que explora el conflicto armado y las resistencias en las localidades de Bogotá.
· Colección de libros ilustrados para niños: una derivación literaria de testimonios de la Comisión de la Verdad, que posiciona a los niños como sujetos que pueden acceder y contar lo ocurrido en el país.
· Línea de investigación: por primera vez, el Centro desarrollará investigaciones propias para entender el conflicto armado y las resistencias en Bogotá, mirando no solo el dolor, sino también las acciones esperanzadoras de las comunidades.
· Diplomados plurales: ejercicios de formación simultáneos con la fuerza pública y con hijos e hijas de excombatientes, demostrando la pluralidad de las memorias y la importancia de trabajar con todos los actores.
Andrea dirige un mensaje contundente a los futuros docentes egresados de la UPN: «Este país necesita de docentes que se comprometan con la memoria, que tengan una capacidad de agenciamiento, que se inventen cosas». Los invita a «robarse las metodologías» en el buen sentido, a inspirarse y a entender que la escuela y otros escenarios son espacios potentísimos para movilizar transformaciones. «Aquí hay mucho por hacer, necesitamos manos, necesitamos voluntades, finalmente, para construir eso que muchos no hemos conocido y es una Colombia en paz».
La trayectoria de Andrea Mora es un testimonio vivo de cómo la formación en la Universidad Pedagógica Nacional puede germinar en un liderazgo comprometido con la memoria, la verdad y la construcción de un país más justo y reconciliado. Su trabajo es un faro de esperanza y un llamado a la acción para toda la comunidad pedagógica.